Manco Cápac o también llamado Ayar Manco, fue el fundador y primer gobernador de los Incas, según una leyenda de Colla (leyenda de Manco Cápac) fue un héroe de la naturaleza semidivina, siendo hijo del Dios Sol (Inti).
Antes de que Manco Cápac llegara a Cusco, la ciudad de Cusco era la sede de tribus preincas. La arqueología ha demostrado que la zona de Cuzco tuvo una larga vida, antes de la época de los incas. La agricultura tenía una historia traicionada en esta región, y en la época de Huari había una gran densidad demográfica en Cusco, suficiente para que un centro administrativo como Piquillacta pudiera funcionar en sus inmediaciones.
Características generales
- Manco Cápac fue un Sinchi, quien luego de la caída del Imperio Tiahuanaco decidió liderar la emigración de su pueblo hacia una región fértil y favorable.
- Estaba protegido por el dominio de las artes de la guerra.
- También tenía conocimientos de agricultura, metalurgia y construcción.
- Su fuerza abrumadora tenía el aliento de Solidaridad en su pueblo.
- Había forjado la conexión tradicional con un lejano tronco ancestral, un tótem al que adoraban.
- Sin experimentar contrastes, llegó a Paruro, y allí se instaló por algún tiempo; más, al acercarse al lugar donde encontraría Cusco.
- Los habitantes naturales de las tierras recién conquistadas le resistieron.
- Sufrió alguna derrota y la muerte de algunos sinchis que lo seguían (como recuerda la leyenda quechua de los hermanos Ayar);
- Derrotó a los de Quirumanta y Huanacauri, a los de Colcabamba y Huaynapata y, finalmente, a los ayllus guallas, alcabizas y sahuasirais.
- Para fortalecer su conquista, inició una política de alianzas con la gente de los ayllus conquistados y enseñó a los vencidos las artes de la paz.
- Gobernó durante muchos años y murió a mediados del siglo XIII.
Fundación Cusco
Cusco fue fundada por Manco Cápac después de enfrentarse a varios señoríos durante el siglo XIII. Toda la leyenda sobre los “Orígenes de los Incas” está vinculada a la lucha entre varios linajes cusqueños por la toma del poder; lucha entre señoríos cuya lucha terminó con el triunfo de Manco Cápac, señor del Cusco, ciudad que desde entonces se convirtió en la capital de un reino que abarcaba al menos el valle de Vilcanota y quizás el de Urubamba.
Si quieres saber más sobre la fundación de Cusco, te recomendamos visitar otros destinos impresionantes en Cusco como el tour de montaña arco iris, el recorrido por el laguna Humantay, o el recorrido por el Valle Sagrado, que sólo toma un día. Pero si vas a quedarte más días en Perú, otros lugares arqueológicos que puedes saber serán las excursiones de un día Machu Picchu desde Cusco.
Leyenda de Mama Ocllo y Manco Cápac
En las regiones cercanas al lago Titicaca, los hombres vivían como animales salvajes, ya que no tenían religión, leyes ni organización que los uniera. Estos habitantes desconocían la agricultura y no tenían técnicas textiles para las que caminaban desnudos. Tenían cuevas como sus hogares y se alimentaban de la caza y la recolección de alimentos.
El dios Inti se apiadó de esas personas y envió a su hijo Ayar Manco junto con su hermana Mama Ocllo a civilizar estas poblaciones bárbaras y fundar un imperio que honrara al dios Inti. Ayar Manco se dedicó a enseñar a los hombres las reglas de convivencia en sociedad y adorar al dios Inti. En cambio, Mama Ocllo enseñó a las mujeres técnicas textiles y quehaceres domésticos.
Ayar Manco, también llamado Manco Capac, antes tuvo que fundar una ciudad, que sería el centro del mundo. Su padre, el dios Inti, le proporcionó una vara de oro para buscar la tierra prometida. Les recomendó viajar al norte del lago Titicaca y hundir el bastón de oro en las tierras por donde pasaban hasta encontrar el lugar donde el bastón podía hundirse fácilmente y allí encontraron la ciudad del Cusco a donde condujeron su imperio.
Al llegar a la región norte del lago Titicaca, fueron vistos por lugareños que los confundieron con dioses debido al brillo de sus ropas y joyas. Pasaron los días y Manco Capac no pudo encontrar la tierra donde la caña pudiera hundirse fácilmente.
Pero un día cuando llegamos a un majestuoso valle rodeado de hermosas montañas, la vara de oro fue enterrada en el suelo ante el asombro de Manco Capac y Mama Ocllo. Así supieron que este lugar debía convertirse en la capital del Imperio Inca y el ombligo del mundo.
Manco Capac rápidamente emprendió la tarea civilizadora en el valle del Cusco. Enseño a los hombres agricultura, pesca, construcción de viviendas, ciencia, religión, etc. A Mama Ocllo se le encomendó la tarea de capacitar a las mujeres en tareas domésticas y de tejido para crear ropa que las cubriera en su desnudez. Manco Capac junto con Mama Ocllo fueron los fundadores del imperio que luego haría grandes a sus descendientes.
Interpretación de la leyenda de Mama Ocllo y Manco Cápac
La leyenda de Mama Ocllo y Manco Cápac trata sobre personajes legendarios, vistos como de origen celestial, que acompañan a un humanizador crucial de sur a norte del Perú.
Este sentido está simbolizado por la vara que se hunde en la tierra como la planta en la tierra para florecer.
El esclarecimiento de esta leyenda tiene una ayuda sólida y genuina ya que demuestra que Manco Cápac le habla a todo un país quizás de Tiawanakus que vivió en la zona del lago sagrado.
Como se sabe, las tierras más fértiles que se encuentran precisamente alrededor del lago por el cual hubo un minuto en el que la explosión demográfica y la escasez de tierras obligaron a la nación a buscar otro lugar rico y amplio.
Asimismo, se argumenta que posiblemente la provincia de Tiawanako, cuya capital estaba en Taypiqala, fue demolida por invasores aymaras de la zona de Tucumán y Coquimbo en el sur y sus ocupantes se vieron obligados a trasladarse al valle de Qosqo.
Se exhibe que el avance del Tiawanako o Tiwanaku (nombre boliviano) tuvo un apoyo definitivo en el desarrollo del Tawantinsuyo.
Trabajos
En realidad, se sabe muy poco sobre la vida y obra de este personaje, sin embargo los principales cronistas atribuyen algunos hechos dignos de mención como:
- La construcción del Inticancha, templo del Sol y sede del gobierno.
- El triunfo sobre las tribus Huallas, Sahuasera y Alcahuisas.
- El secado de los pantanos del Cuzco
- La división de la ciudad en cuatro barrios: Quinticancha, Chumbicancha, Sayricancha y Yarambuycancha.
Muerte
Al parecer, Manco Capac murió a los setenta años y fue sucedido por su hijo Sinchi Roca; Parece probable que fue embalsamado y enterrado en el gran templo del Sol, en Cuzco, como sucedió con sus descendientes.
Tras su muerte, la figura de Manco Cápac I trascendió la figura histórica para convertirse en un héroe mítico, protagonista de la narrativa que explica los orígenes legendarios del pueblo Inca y sus monarcas. Según el relato recogido, entre otros, por el cronista Garcilaso de la Vega, el Inca (1583-1613), ocho hijos del dios sol Inti, cuatro varones (Manco Cápac, Ayar Cachi, Ayar Ucho y Ayar Auca) y cuatro hembras, surgieron del fluido subterráneo a través de una cueva ubicada en la roca sagrada de Pacaritambo, a unos 30 km al sureste de Cuzco.
Monumentos
Fue en 1921 que las diferentes comunidades de extranjeros del país se sumaron a las celebraciones del centenario de la independencia del Perú, que implicó la donación de monumentos conmemorativos.
Así, la Sociedad Central Japonesa (hoy Asociación Peruana Japonesa), que aglutinaba a inmigrantes japoneses, acordó donar también una obra conmemorativa, decidiendo que sería un monumento a Manco Cápac, por ser un emblema que unía a Perú y Japón, siendo consideraba al antiguo Inca como “Hijo del Sol”, concepto también presente en la cultura japonesa.
La monumental obra fue encargada al escultor David Lozano y en 1922 se realizó el acto de inauguración de la obra, que se ubicó en el cruce de las avenidas Grau y Santa Teresa, que luego se llamaría avenida Manco Cápac. Luego, la obra se trasladaría a su ubicación actual.
Pero Manco Cápac aún tendría que esperar unos años más… Una serie de contratiempos y el incumplimiento del contrato por parte del escultor retrasaron la obra, que finalmente fue inaugurada el 5 de abril de 1926.
Se dice que el presidente de la comisión pro-monumento de la Sociedad Central Japonesa, Morimoto Ichitaro, al ver la obra terminada, exclamó con lágrimas en los ojos: «¡Por fin lo tenemos!»
Un monumento que tardó tres años, nueve meses y 21 días en completarse, y que costó aproximadamente 113.500 soles.